Cuando llegan las lluvias al centro y sureste de México convergen las aguas de dos vertientes oceánicas, pero ya sin huracanes y sobre fértiles tierras de origen volcánico. Aquí floreció hace miles de años la domesticación indígena del maíz, núcleo de nuestras culturas. Junto a la milpa también maduro el manejo indígena del agua; para traer las lluvias y regular las granizadas, mediante el cuidado de los cerros y sus bosques; para su uso agrícola y urbano de los lagos, ríos, manantiales y ciénegas, por medio de apancles, jagüeyes , diques, acueductos, chinampas, etc. Por ello, los pueblos originarios se nombraban a si mismos como la gente de las aguas y los cerros (en nahuatl: Altepetl; en totonaco: Chucho tsipi; en Mixteco: Yucunduta; en Hñahñu: An dehe nttoehe, etc.). México-Tenochtitlan y sus deslumbrantes infraestructuras técnicas de manejo del agua solo fueron una de las síntesis históricas de los milenarios saberes hídricos creados en Mesoamérica.
SIGLO XVI
La ciudad de México-Tenochtitlan concentro el conocimiento milenario de los pueblos sobre aguas del Anahuac. El Altepetl se desarrollo a partir de un sofisticado sistema técnico de manejo de aguas conformado por 95 obras de infraestructura hidráulica: para separar aguas dulces y salobres, transporte y distribución de agua dulce, control de inundaciones, calzadas para comunicar la isla con tierra firme, muelles, trampas para patos y, especialmente, las chinampas que, al arribo de los españoles, producían alimento para aproximadamente un millón de personas. Por eso, México-Tenochtitlan es en el siglo XVI la mayor concentración demográfica del mundo. La cultura Mexica se desarrollo conviviendo con el agua sin tener que arrojar los excrementos o los desperdicios en las aguas del lago.
SIGLO XVIII
Durante la colonia, el agua del lago y los ríos no era considerada por los españoles como una bendición o algo sagrado con lo que había que convivir, sino como el principal obstáculo para la expansión de la ciudad de México. Además de ensuciar el agua con excrementos, la incomprensión del funcionamiento de las infraestructuras prehispánicas condujo a su destrucción y ocasiono el problema secular de las inundaciones de la ciudad de México. De ahí que para los colonizadores y sus descendientes, la desecación del lago se volviera un emblema de civilización y progreso. Poco a poco, la ciudad creció, al igual que las ciudades cercanas de Cuernavaca, Toluca, Pachuca, Tlaxcala y Puebla, aunque no se manifestaba aun ninguna amenaza ambiental seria contra los bosques y aguas de la región central del país.
SIGLO XIX.
Después de 300 años de sistemática desecación del lago, la ciudad de México, a fines del siglo XIX, era todavía una ciudad lacustre, llena de canales vivos en los que navegan, desde trajineras hasta barcos de vapor. El principal cultivo y abasto de sus alimentos para una población incrementada, así como el agua potable que consumía en aquel entonces la capital, dependía aun de las aguas dulces originales, indígenas, del sur del lago (Xochimilco y Chalco). Sin embargo, junto con la industria textil en Orizaba y Río Blanco, Porfirio Díaz impulso un gran cambio en la cultura hídrica de la ciudad al construir el desagüe de la Ciudad de México, que significara la “solución final” a la anhelada desecación del lago (el gran canal).
1920
Durante las primeras décadas del siglo XX, los distintos gobiernos se dedicaron a consolidar la incipiente planta industrial del país y las obras hídricas urbanas, por lo que el progreso y modernidad de la ciudad de México se baso en nuevas redes de comunicación y de abasto de agua. La construcción del acueducto subterráneo Xochimilco-Condesa, que entro en operación en 1902, permitió el crecimiento de la ciudad hacia el sur y la aparición renuevas colonias para las clases altas: la Roma, la Condesa, la del Valle, Mixcoac, etc. Esta situación significo que 400 años después de la Conquista, el crecimiento de la ciudad seguía basándose en el despojo de las aguas indígenas nahuas del agonizante lago Xochimilco.
1950
Después de la Segunda Guerra Mundial, con el impulso al modelo de Industrialización por Sustitución de importaciones, las políticas económicas privilegiaron a la ciudad de México como principal zona industrial del país. Ello propicio un crecimiento en la demanda de vivienda y servicios, que requerían un abasto descomunal de agua y, a su vez, provocaron los primeros grandes hundimientos de la ciudad. Las fuentes tradicionales de abasto de agua de la ciudad (ríos, lagos y pozos) resultaron insuficientes a ojos de los gobernantes. La capital volteo su mirada hacia reservas hídricas del Valle de Toluca, mas allá de la sierra de las Cruces, considero que los 2 mil 600 metros sobre el nivel del mar de ese valle facilitaría el despojo de las aguas a las comunidades hñañhu. Así se decidió construir el Sistema Lerma I, para saciarla creciente sed industrial de la ciudad.
1970
Para los años setenta, la ciudad de México concentraba ya 50% de toda la industria del país, debido a que se retrasaron y fracasaron parcialmente los planes de los años 50 y 60 de trasladar la gran industria hacia el golfo de México y el sureste. La ciudad se convirtió en un moustro donde coincidían industria, comercio, vivienda, poder político central, servicios públicos y privados, generación de basura, despojo, deforestación de las sierras aledañas y contaminación del aire y del agua. El crecimiento urbano fue de tal magnitud que el agua de las comunidades otomíes del sistema Lerma I resultaba ya insuficiente. Por ello inicio la construcción del proyecto Lerma II, que amplio el saqueo hacia mas apartadas regiones hñañhu y mazahua. La explotación del Sistema Lerma hizo que el solo 30 años disminuyera su capacidad de abasto, de 14 a 6 m3 por segundo.
1990-2000
A partir de los gobiernos de Miguel de la Madrid y Carlos Salinas, pero sobre todo, con el inicio del TLC en 1994, la marcha urbana de la ciudad de México crece como nunca, a la par del crecimiento de la industria, la urbanización y el consumismo de las ciudades que la rodean y forman una “corona de ciudades” en torno a la capital. El robo de agua a territorios indígenas se hace mas grande, pues Lerma I, II ya no alcanzan. Desde los ochentas inicia la operación del Sistema Cutzamala, ante el incremento en la demanda de agua en la región central. Aumentan las descargas de aguas negras y la basura; se acelera la desecación final de lagos y ciénegas, el agotamiento de las aguas rodadas en los campos vecinos y el abatimiento de los espejos de agua de los acuíferos; se contaminan como nunca en el valle de Mezquital y los ríos Atoyac, Apatlaco, Zahuapan, Balsas, Panuco y Lerma.
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